Sunday, August 7, 2011

La función de utilidad y las emociones

En economía se enseña que una decisión racional debe satisfacer una función de utilidad, de manera que siempre durante una compra (y por extensión al tomar una decisión) se obtenga la mayor utilidad posible por unidad de lo que se está entregando a cambio (dinero o cualquiera que sea la retribución). Conozco personas que al tomar una decisión se demoran por que quieren hacer la mejor compra, y no están seguros de cuál brinda la mayor utilidad por el dinero que están entregando. Creo que la utilidad que percibimos por las cosas es en gran parte algo aprendido, y no realmente algo que venga de adentro nuestro: por ejemplo, ante la posibilidad de que te den un vaso de vino o un vaso de agua, muchas personas elegirían el vino ya que en el mercado este tiene un mayor precio que un simple vaso de agua, aunque realmente deseen solo calmar su sed, para lo cual el agua es claramente la mejor solución. Si le doy a mi hija a escoger entre dos cosas, ella no me pregunta cuál es la más costosa para comprar esa, sino que va a escoger la que más le guste, la que sea más atractiva por sus funcionalidades como color, forma, o el material del que este hecho. Contrario a lo que diría nuestra racionalidad, nuestra satisfacción no depende de la utilidad percibida, sino que es algo totalmente emotivo. El hecho de saber que compramos una prenda de vestir de marca (con posiblemente alta utilidad) que nos gusta poco, por el mismo precio de una que no era de marca (poca utilidad) que nos gusta mucho, no nos va a hacer mucho más felices que antes de realizar la compra. La invitación queda abierta para que eliminemos la racionalidad de los procesos que no van a ser evaluados racionalmente, es decir, a que seamos tan emotivos como sea necesario para satisfacer nuestros deseos, y solo utilicemos la racionalidad como herramienta ultima de aprobación financiera y no como la luz que guie nuestras decisiones.

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