Mi maestra espiritual de cabecera (es decir, mi esposa) me contó hoy una historia hermosa que le sucedió en el lugar donde trabaja. Olguita, una joven que trabaja como auxiliar en su oficina, fue trasladada de su puesto de trabajo a la misma oficina que mi esposa. Mi esposa la aproximó, la saludó, y le dio la bienvenida a la institución. Durante la conversación la joven le agradeció por que hasta el momento, nadie le había dado nunca la bienvenida a la institución. Le comentó que se encontraba haciendo un collage para un concurso de fotografía. Mi esposa, interesada en la fotografía, se enteró que la joven, quien trabajaba como auxiliar, era profesional en diseño grafico, algo que no tiene nada que ver con su empleo actual, pero que es un eje fundamental para la vida de la joven. Mi esposa le preguntó a sus compañeros si sabían que tenían a una artista en su oficina, y una de sus compañeras respondió “No, no sabía.. Yo pensé que ella era una simple secretaria!”. Sin ánimo de juzgar lo apropiado de la respuesta, mi esposa les dijo a todos lo importante que era hablar con las personas y conocerlas como seres humanos, y no solo mantener una relación laboral estresante en un ambiente donde de por sí ya es desgastante trabajar, como es el caso de una organización de ayuda humanitaria.
La frase para guardar en la bolsa de frases útiles es “cada persona tiene su historia”. Cada persona es diferente, tiene sus propios procesos, que están determinados por los hechos que han sucedido en su vida, y si realmente queremos establecer una buena comunicación y una buena empatía, sería mejor conocerlos como personas y no solo como autómatas que funcionan en el diario juego de la rutina.